Nota Frida Kaplan Diario La Nacion 17 02 2008

A los 69 años, Frida Kaplan asegura que desde la vida uterina los humanos recibimos amor, contención y también una determinada "programación" Historias de vidas / Frida Kaplan La mujer que ayuda a nacer Lo inesperado siempre le pisó los talones. Su primer hijo falleció a los dos meses de vida. Desde hace más de 20 años acompaña a madres y padres que esperan un bebé, y los ayuda a aumentar el contacto físico desde la vida intrauterina. Su método, la eutonía, también se aplica en hospitales Casi todos responden lo mismo. -¿Qué desean para el bebé que está por nacer? -Que sea feliz. Frida Kaplan dice que es un equívoco. Que cuando plantea esa pregunta en las clases de eutonía para parejas embarazadas, padres y madres suelen responder lo mismo. "La felicidad como estado permanente no existe: hay momentos felices, y no dependen de logros materiales sino de la capacidad de disfrute", comenta. En sus clases, los futuros padres escuchan que los seres humanos, desde la vida intrauterina, recibimos amor, contención y también una programación. Programación que se refuerza tras el nacimiento con mandatos. Frida dice, sin bombos, sin platillos, que en lugar de desear y programar al bebé para algo imposible, no estaría mal desearle que aprenda a disfrutar de lo disfrutable. Y a desarrollar una fuerza vital: la que nos hace capaces de atravesar los momentos más difíciles de la vida. Cualquiera que la tenga enfrente sabrá que Frida tiene esa fuerza y algo más. Pero esta tarde no está preocupada por desear algo a un bebé sino a una pareja de amigos que se casan. Con su yerno, que es pastor protestante y vive en Francia, van a oficiar de maestros del rito y están intercambiando mails sobre esa ceremonia. ¿Qué se le puede desear a un hombre y una mujer que quieren celebrar su unión con invitados, torta y baile? En el último mail su yerno escribió algo que hizo galopar el corazón de Frida. "Desearles lo imprevisible", sugirió él. En este bar sobre la avenida Las Heras, esta tarde, Frida cuenta con tono pausado y tranquilo que al leer las palabras de su yerno se sintió representada. Tiene el pelo rubio muy claro. Los ojos muy verdes, la piel muy blanca y las uñas color marfil, de manicura. Pantalones de cuero, botas, las lentes a mano. Pide un café descafeinado y dice: --Desear que les suceda lo inesperado, lo que no está dentro del camino trazado. Apostar a los caminos que se pueden abrir, estar en contacto con la maravilla del acto creativo de vivir. Hoy, a mis 69 años, puedo avalar eso. El dolor más brutal De chica era una muñeca. Como las muñecas, creció en un mundo de juguete. Hija de inmigrantes polacos, su papá era un sastre de buen pasar y la familia vivía sin que nada faltara en ese hogar de Villa Crespo. Dicen que Frida era una nena linda, buena, contenta. Ella se asombra de recordarse tan distinta: -Era muy melancólica. Me sentía débil. Ahora lo digo y algo en mi pecho se aprisiona. Era "no sirvo" y "no voy a poder". Tenía condiciones para la danza, pero en mi casa no podía pensar en estudiar baile: no fuera cosa que saliera actriz. Cuando era pequeña, yo tenía el deseo de cumplir el mandato. Ser buena hija, buena esposa, buena madre. Ser buena, muy buena. Con esos tatuajes creció Frida. El combo incluía casarse a los 18. La bella muchacha así lo hizo con bella fiesta y quinientos invitados. A los 19 años parió a su primer hijo, Adrián, y a los dos meses tuvo que afrontar el primer gran imprevisto. El dolor más brutal, el inenarrable: la muerte de su bebé. Muerte súbita, dijeron los médicos. Dios así lo quiso, dijo Frida. O "el destino". Pasaron cincuenta años y a ella se le mojan los ojos de sólo recordar. "En aquel momento me bloqueé. Ahora tengo conciencia. Me quedé con frases hechas. Me cerré. Era la única forma de poder soportar ese dolor." Frida tuvo tres hijos más. Vivió con miedo cada embarazo y cada nacimiento. Silvana, Fabián y Laura aún eran muy chicos -y ella una joven de veintipico, cuando una amiga le pidió que la acompañara a un teatro independiente. Lo inesperado reapareció, ahora disfrazado de un oficio tentador y prohibido para una chica como ella. A partir de esa visita Frida se convirtió en actriz. Se formó con Augusto Fernandes y Franklin Caicedo. Sus hijos crecieron entre camarines. Cuando parecía que la vida era tan alada y perfecta como subir y bajar de los escenarios, el camino de Frida Winter -usaba su apellido de casada- se topó con otra curva impensada. -De un día para otro mi padre, que disfrutaba de una posición económica estupenda, perdió todo. En una de las subidas y bajadas de este país, se tuvo que ir. Yo no creía que eso podía suceder. Frente a ese dolor imprevisible, me enfermé de cáncer. Tenía tres hijos y 31 años. -¿Cómo salió adelante? -Ya puedo decir que soy una sobreviviente. Con mucha terapia de por medio. El psicoanálisis para mí es una forma de vida para seguir creciendo. Ojo: no de manera repetitiva. Creo que tengo una pulsión de vida muy activa y eso me ayudó a atravesar esos momentos. Económicamente fueron años duros. Se ríe. Con otra amiga, abrieron una boutique. El negocio se llamó "Trauma". "¿Tengo que contar cómo nos fue?", pregunta a carcajadas. El factor inesperado la rescató, ahora de la mano de Jorge Lavelli. El estaba en Buenos Aires dirigiendo una obra en el Teatro San Martín y Frida consiguió un contrato en el elenco. Después, la oportunidad de viajar a Israel a hacer una temporada. Allá vivían sus padres y allá marchó con sus hijos. De esos días felices volvió con la fantasía de instalarse a vivir en aquellos pagos. Alguien que hacía reír, Norman Erlich, le propuso una obra de teatro con temática judía. Frida salió de gira por el mundo y su café concert judío en español. Juntó plata. Volvió, compró un departamento, llamó a sus padres a Israel y les dijo: -Ya pueden volver. "De alguien como yo que no estaba preparada para afrontar la vida, llegar a decir eso a mi familia era algo increíble", dice. Hubo más giras, más teatro, más unipersonales, más Israel, Estados Unidos, Europa. Más temporadas y elencos de primer nivel. Y una madre, la madre de Frida, que siempre que podía acompañaba a la hija en sus quehaceres de actriz. "Fue un acto reparador de su parte, aceptar y acompañar mi actividad, ella que ni siquiera había pensando en enviarme a estudiar danza por miedo a que saliera actriz. Mi madre me marcó", asegura. -Me ponen una pelotita y me hace bien - le había dicho a su hija. Una precursora. La mamá de Frida fue de las primeras en tomar clases de eutonía. ¿Eutonía? Frida quiso saber qué era eso que sonaba raro. Estaba buscando una técnica corporal para mejorar su condición de actriz. Vino un extranjero a dictar un seminario y Frida se anotó. El seminario de eutonía terminaba a las 12 y a las 13 ella tenía que estar en el estudio de televisión. --Yo era una de las chicas de Calabromas. Dicho esto con todo respeto, aclara. En el seminario se topó con un libro: El sentido del tacto. Leyó: "La piel nos envuelve por completo como un manto. Es el más antiguo y sensible de nuestros órganos, nuestro primer medio de comunicación y protector más eficaz". El autor, Ashley Montagu, antropólogo, teoriza sobre algo que hizo que a Frida le estallaran las venas de tristeza. En la década del 60 -dice Montagu- la muerte súbita de muchos bebés se produjo, en gran medida, por falta de contacto. -Al leerlo sentí que era cierto. Que el hecho de ser moderna, de decir nada de brazos, la teta no es importante, hay que dejarlo llorar, hizo que faltara contacto. Y atravesé el duelo por mi hijo que no había podido vivir treinta años antes. Frida envolvió la pena con un enterito negro. Era dolor, culpa, culpa y culpa. "En un mes no me pude sacar ese enterito", recuerda. Desde aquel día, la eutonía le abrió una ruta hacia sí misma. Y un puente. -¿Qué es la eutonía? -Una disciplina corporal que ayuda a conocerse, a estar en contacto con uno mismo. A poder habitarse en cuerpo y emoción. El parto del método Hacía rato que la hija mayor de Frida vivía al otro lado del océano, en Francia, cuando sonó el teléfono. -Mami, ¡estoy embarazada! La hija vino de visita a Buenos Aires con su retoño en la panza, la madre le propuso algunos ejercicios. En esa época Frida era una alumna de eutonía: las clases no eran para embarazadas, pero pensó que a su hija le podían hacer bien. Después, Frida viajó a Francia para ver nacer a su nieto. El trabajo de parto fue muy largo y agotador. La presencia de la flamante abuela resultó crucial: con sus ejercicios y su contención se evitó una cesárea. Los médicos la invitaron a presenciar el parto. Ese día nació Jonathan y nació el método Frida Kaplan embarazo y nacimiento eutónico. La misma semana que Frida volvió a Buenos Aires, dio la primera clase de eutonía para embarazadas y en 1992 se despidió de la actuación. -Para ser la eutonista que soy, tuve que hacer el duelo a la actriz que quise ser y fui. Con un protagonismo, un nombre, un lugar. Decidí empezar de nuevo. Aprendí que para transitar la vida, hay que ir transitando duelos. Nada fue fácil, recalca. Llevaba 38 años de casada cuando dejó de ser Frida Winter y se convirtió en Frida Kaplan. "Me separé del padre de mis hijos. Tuvimos crecimientos diferentes. Cuando le conté a mi mamá, ella me miró a los ojos como la inmigrante rusa que fue, y me dijo: "Es lo que yo no pude hacer. lo hiciste vos". Al año y medio me dijo: '¿Pensaste en tener novio?' Y desde hace 13 años, al hombre que me acompaña me lo presentó mi madre". Su madre es rusa. Tiene 97 años y está en un geriátrico. "A veces sabe quién soy y otras no. Pero agradezco ir a verla y darle la comida en la boca. Podría instalarme en el dolor. Pero puedo alejarme y darle de comer. Le pregunto quién soy y me dice: 'mamá'. Ese encuentro me da la posibilidad de despedirme y saber que le estoy reviviendo momentos de su infancia", dice Frida, apoyando sus palabras en dos pilares y aliados: el psicoanálisis y la eutonía. Hace mucho que la actriz se convirtió en docente y formadora de formadores. Jonathan, su nieto mayor, fue el primer bebé al que se le aplicó eutonía y ya tiene 18 años. Las clases convocan tanto que desde hace cinco años viaja tres veces al año a España a dar clase. Alguien le dijo: "Eso que hacés lo tenés que transmitir". Frida empezó a grabar algunos ejercicios. A juntar material. Se encontró con una ex alumna de las clases de eutonía para embarazadas, Marcela Osa, que se convirtió en su editora. Durante un tiempo, entre las dos transformaron la experiencia de Frida en un libro práctico, bello y conmovedor, que contiene las claves del método: "Embarazo y nacimiento eutónico" (Ediciones B). -Para hacer el libro tuve que duelar la muerte de mi hijo. En 45 años no había visitado la tumba. Un día alquilé un remise, y sin preguntar si esa tumba aún existía, me fui a Tablada. No sabía qué podía pasar. Prefería ir sola, sin nadie que me dijera "bueno, pensá que fue hace mucho". La tumba de Adrián estaba ahí, en el sector niños, manzana 1. Intacta, a metros de otro sector casi destruido. Frida se acercó. Acarició las flores blancas que le había llevado. -Lloré y grité como nunca. Le conté todo lo que me pasó. El gran acto creativo que encontré para que otros bebés no mueran. Que lo que hago me sirvió. Pero pienso en él, y aún hoy me produce dolor. No me resulta fácil que para descubrir esto se me haya muerto un hijo. -¿Qué significa trabajar con bebés? -Es vivir el presente proyectando un mundo mejor. Quienes han recibido el contacto del amor en su vida intrauterina, lo aplicarán en su manera de vivir. Frida tiene cinco nietos sanguíneos (Yesi, Nico, Sebi, Jonathan y Giulia) y muchos nietos de la vida, los que van naciendo de los padres y madres que van a las clases de eutonía. "Fui una madre bastante desconectada. Soy una abuela muy conectada con mis nietos, incluso con los dos que viven en Francia. El contacto con todos ellos me despierta actos creativos." -¿Le queda algo pendiente? -Sí. Nací programada para casarme a los 18. Dejé el secundario faltando quinto año. Cincuenta años después lo retomé. Me falta una materia para recibirme. No tengo vergüenza de decir que estoy estudiando en un plan de educación para adultos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por responsabilidad y honestidad, quiero terminar el secundario. Estoy en el Consejo Académico de la Formación en Eutonía de la Asociación Argentina y Latinoamérica de Eutonía y no tengo un requisito que se pide para ingresar. -¿Qué busca en su tarea? -Que la persona se ponga en contacto con su deseo y elegir se instale como una opción. Un día pude tomar la decisión de hacerme cargo de mi vida. Trabajo para romper las programaciones y permitir que mi esencia aflore. Por eso, cuando trabajo con parejas que esperan un hijo hago hincapié en que, consciente o inconsciente, uno los programa, les envía mandatos. Está bueno que -al menos- sean mandatos conscientes. Después, es tarea de cada persona desandarlos y encontrar la esencia. Por María Eugenia Ludueña revista@lanacion.com.ar Para saber más http://www.fridakaplan-eutonia.com http://www.eutonia.org.ar/foro.php ¿Qué es la eutonía? La eutonía es una disciplina corporal que facilita el autoconocimiento. "El objetivo de las clases es aprender a prestar atención al mecanismo que se pone en marcha cuando nuestro cuerpo ejecuta una acción. La práctica ayuda a dirigir la atención para liberar tensiones y corregir la mayoría de los malos hábitos que conducen a enfermarnos", explica Frida Kaplan. La eutonía fue creada en 1957 por Gerda Alexander, alemana, profesora de rítmica. En su juventud Gerda contrajo una enfermedad que la obligó a estar postrada dos años. En ese tiempo descubrió la posibilidad de hacer microestiramientos y trabajar con la "intención", para mejorar el tono muscular. Gerda llamó a esta práctica eutonía, palabra que refiere a una tonicidad armoniosa, y abrió la Escuela de Eutonía en Copenhague. Sus alumnos la difundieron por Europa. Es un método "para" y "por" el ser occidental y en función de sus necesidades. La eutonía a la Argentina llegó por Berta Vishnivetz, discípula de Gerda. En 1986 abrió en Buenos Aires la Escuela Latinoamericana de Eutonía. Frida Kaplan es de la primera camada de eutonistas argentinos y se la reconoce como la creadora del Método de Embarazo y Nacimiento Eutónico, que aplicó los principios de la eutonía a las madres y a sus bebés. El método: de su estudio al mundo El método de Frida Kaplan es la sistematización de trabajos corporales de la eutonía aplicados al embarazo y al nacimiento. Entre sus objetivos están favorecer el contacto con uno mismo y con el bebé, incrementar el contacto con la pareja, brindar herramientas para la participación del padre, elevar el umbral del dolor, aliviar zonas de dolor típicas del embarazo. Y este método no sólo se puede aprender en el estudio de Frida. "Entiendo que toda esta actividad es tan importante que no puede quedar reducida a la población que puede pagarla", aclara. Hace años que Frida Kaplan enseña el método a las parteras de hospitales públicos. En el Hospital Posadas las obstétricas ya reciben a los recién nacidos con los principios de la eutonía. Y también, supervisadas por Frida, dan el toque eutónico a bebés, un masaje que facilita el contacto, y contiene a los que acaban de aterrizar en este mundo. "Un toque contenedor, no invasor, reemplaza a cientos de palabras", asegura Frida. Y cuenta que todavía la conmueve cómo impacta el toque eutónico en un bebé hospitalizado. "Una mujer que tiene a su hijo internado y no sabe si va a vivir, a veces no establece el vínculo para no sufrir. El toque eutónico incrementa el vínculo y muchos bebés se recuperan antes. Quizá por eso tantas mamás se van del hospital pero vuelven para el próximo taller", cuenta. Ahora prepara con Marcela Osa, periodista y editora, un video del Método, que se podrá bajar en forma gratuita en su sitio de Internet: www.fridakaplan-eutonia.com